Hoy quiero celebrar con vosotros el día de nuestra Constitución. Allá por el año 1978 conseguimos reunirnos desde el cariño, el respeto y la concordia e hicimos posible un nuevo proyecto de país. No se que pensaréis vosotros, pero a mi, particularmente, me emociona pensar que en algún momento hemos sido capaces de ponernos todos de acuerdo y sentar una bases de convivencia que aún a día de hoy siguen vigentes.
Allá por 2003, en los albores de mi carrera profesional, recibí el encargo de representar en forma de monumento nuestra Carta Magna. De la mano de uno de los Alcaldes mas demócratas que conozco, Pablo Zúñiga, nos pusimos a trabajar en lo que sería un homenaje a nuestros derechos y libertades.
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Solo podía concebir a nuestra Constitución en forma de mujer. La mujer... transmisora de nuestro pasado y garante de nuestro futuro. Pilar fundamental de nuestros valores mas nobles, portadora de vida y maestra de nuestro caminar por el mundo. Mujer acogedora a la vez que firme. Tan firme como el Imperio del que heredamos nuestra sociedad democrática, Roma. Una mujer ataviada con túnica romana y coronada con los laureles que portan los destinados a la gloria.
Una mujer que sostiene una gran libro que contiene nuestra carta de libertades, cuyo lomo tiene grabado a fuego el escudo constitucional. Una mujer que a pesar de cargar el peso de la responsabilidad le queda una mano libre para transmitirnos sabiduría, seguridad y respeto.
Así pues, cuando se cumplían 25 años de nuestra Carta Magna, se inauguró en Alcorcón (Madrid) el monumento a nuestra Constitución. A pesar de la solemnidad de la efeméride fue un acto cercano, en el que todos los ciudadanos estaban invitados, donde se mezclaron caras conocidas y anónimas. Era la fiesta de todos y así aconteció. Tuvimos la suerte de contar con la presencia de uno de los padres de la Constitución, Gabriel Cisneros. Seguramente fue el que mas disfrutó de aquel momento. Sobre sus hombros recayó una gran responsabilidad aquel año de 1978 y desde entonces era consciente de ser cabeza visible y ejemplo de lo que supone la unidad de España.
A nivel personal tengo que agradecer que aquel día mi familia al completo me arropara, pero hubo alguien inesperado que me acompañó. No podía imaginar que un genio de la altura de Venancio Blanco respondiera a la llamada de un humilde escultor que comenzaba su carrera con más inseguridades que certezas. Aquel gesto me hizo comprender que lo que celebrábamos aquel día estaba por encima de nuestras diferencias. Celebrábamos un sentimiento.
Gracias de corazón Pablo Zúñiga por haberme dado la oportunidad de demostrar que amo a mi país y gracias compatriotas por hacer de España un hogar del que sentirme orgulloso