El arte es la materialización de un delirio

El arte es la materialización de un delirio

martes, 1 de agosto de 2017

Construyendo y derribando

Una de las cosas que más aprecio de mi profesión es la posibilidad de conocer gente interesante. La gran mayoría de ellos tienen gusto por la historia y las cosas bien hechas tanto como yo, pero cuando a eso le sumas la dedicación a un trabajo exótico y apasionante, te encuentras con personas como Curro Agudo Mangas.
 
El modelado en arcilla del monumento al General Menacho tocaba a su fin. Apenas quedaba terminar el sable, los borlones que colgaban del fajín y el gran problema... La muralla de Badajoz.
 
 
Todas mis esculturas llevan algún símbolo que relacione al personaje con su eco en la eternidad, y lo que caracteriza al General Menacho fue su heróica defensa de la ciudad de Badajoz hasta que una bala de cañón le segó la vida mientras daba órdenes en lo alto de la desvencijada muralla. Ahí estaba el meollo del asunto: una muralla destrozada por el incesante asedio de las tropas napoleónicas y un General que negándose a rendir la ciudad, daba órdenes a las tropas en primera línea de fuego sobre los cascotes que abrían brecha en el Baluarte de Santiago.
 
Y en este punto es cuando te acuerdas de que entre esa gente especial, con profesiones exóticas que conoces gracias a tu trabajo, se encuentra Curro Agudo, modelista naval para más señas. El mejor, de hecho. Curro, que se ha criado al pie de la muralla de Badajoz no se lo piensa un segundo y viene a echarme una mano.
 
Diseñando la muralla
 
Curro lo tenía claro, en lugar de modelar en arcilla  la rotura de la muralla, la construiríamos. En vez de preocuparme, me pareció una idea excelente: ponernos el mono de faena y liarnos a echar cemento y cascotes. La muralla de Badajoz es el recinto fortificado mas grande de España y hay que presumir de ello, así que íbamos a hacerlo bien, respetando lo máximo posible la construcción de mampostería y siendo escrupulosos con el destrozo que doscientos años atrás hacían los incesantes bombardeos sobre el baluarte.
 
Piedras de musgo que servirían para emular la mampostería
 
 
El trabajo duró más tiempo del que esperábamos, pero fue muy divertido escoger donde iría cada piedra y colocarla de forma estética, mientras imaginábamos como volaban los pedazos de muralla con cada cañonazo. O cómo veíamos los pies del General Menacho apisonando el terreno con cada movimiento, con cada arenga, con cada avance...
 
 
 
El resultado fue mejor de lo que esperaba. La base de la escultura que le daba sentido al conjunto estaba terminada. Menacho ya no andaba sobre el aire. Estaba afianzado a la muralla de la ciudad que le vió caer, sujeto a la tierra que doscientos años después le sigue rindiendo honores y encarando a la muerte en una de las gestas más nobles y gloriosas de la Guerra de Independencia.
 
Gracias Curro por haberme traído desde Badajoz el sentimiento de una resistencia épica.
 
 
 
 
 
 

lunes, 17 de julio de 2017

Vida, muerte y resurrección

La primera vez que relacioné la escultura y la muerte fue cuando mi padre me dijo: “La arcilla es vida, la escayola (el molde) es muerte y el bronce es resurrección”. En aquel entonces no vi mas allá que un bonito juego de palabras que se reflejaba en el proceso de creación escultórica. Mi percepción, después de sufrir un infarto cuando trabajaba en una obra colosal, es otra. En el momento que sabes que la parca está ahí, a tu lado, dudando si llevarte o no con ella, te sientes terriblemente solo y terminas por desprenderte del “título” de artista y de todos los artificios que lo acompañan.
 
 La vuelta a la vida y al trabajo es complicada. Retomar el trabajo físico, manejar kilos y kilos de barro no parecía buena idea, así que decidí continuar con un trabajo que tenía en espera. Pareciere que todo había formado parte de un plan preestablecido porque se trataba de una escultura funeraria, que bien podría haber sido para mi panteón:  Un Cristo de Medinaceli, cautivo y torturado; modelado por un escultor cautivo de sus pasiones y torturado por sus miedos.
 

Poco a poco nos fuimos encontrando el uno con el otro. Cerraba sus párpados con la arcilla y al mismo tiempo me inundaba el sentimiento de aceptación. Imprimía languidez en sus manos, y esa expresión serena y de abandono ante lo inevitable me reconfortaba. He pasado por esa misma Pasión, por esas mismas emociones: el dolor, el miedo, la fe, la responsabilidad…, y he tenido la suerte de que la propia imagen de Cristo me sustentaba cada día.
 
 


Como decía mi padre, efectivamente, el bronce es la resurrección. En bronce resucitó el de Medinaceli y en plena consciencia resucitó su escultor. Detrás de cada obra hay una historia, y en este caso podemos contarla gracias a uno de esos clientes particulares, que en el ánimo de trascender a su propia vida, encargó una obra espiritual que Dios puso en el camino que yo estaba recorriendo hacia mi nueva vida.
 
 
 

viernes, 30 de junio de 2017

Agravios y talibanadas

Hace un año que la familia del escultor Marino Amaya nos enteramos POR LA PRENSA que el Ayuntamiento de Ciudad Real tenía intención de quitar el monumento al Alférez Provisional, y ya entonces intentamos hablar con alguno de los responsables. Queríamos que nos informaran de qué elementos de la Ley de memoria histórica contravenía el monumento, y es que ya en 2003 se quitó toda la simbología e incluso la leyenda "Alféreces provisionales". Nunca devolvieron nuestras llamadas, así que pensamos que el gobierno municipal había desechado la idea al tomar conciencia de que la escultura llevaba acompañando a los ciudarealeños medio siglo y que formaba parte del paisaje urbano.
 
Monumento a los Alféreces Provisionales una vez desprovista de cualquier connotación
que contravenga la Ley de Memoria Histórica

 
Fue una desagradable sorpresa enterarnos ayer jueves, otra vez POR LA PRENSA, que la habían retirado sin previo aviso. Nuestra familia no se opone al cumplimiento de la Ley, pero no a costa de saltarse a la torera los Derechos de propiedad intelectual, y el monumento a los alféreces está protegido por ellos. Mi padre falleció recientemente y a su familia le corresponde velar durante 70 años para que su obra se conserve con toda la dignidad que requiere una obra de arte. Nos escandalizamos cuando los talibanes destruyeron los budas milenarios de Afganistán o cuando el ISIS dinamitó la ciudad romana de Palmira, pero aquí en España estamos haciendo lo mismo. Destruir las obras de arte, nos quita lo humano, lo bello y lo ético, y parece mentira que en un país moderno, nuestros gobernantes no hayan encontrado la forma de llegar a la reconciliación, sin necesidad de humillar y vilipendiar a la otra mitad de españoles. Usar las obras de arte como arma arrojadiza es de una bajeza moral inaudita en pleno siglo XXI. Tiempo han tenido unos y otros de buscar soluciones. Voces expertas pidieron hace tiempo que se acondicionara un museo con todas las obras que se pretenden quitar, y es que se ha obviado que muchas de ellas están firmadas por los mejores escultores que hemos tenido en España. Desde Coullaut-Valera hasta Aniceto Marinas serán grandes artistas que verán manchado su nombre, repudiada su obra y enviados al ostracismo por aquellos que han antepuesto una ideología política al carácter artístico de la obra. Y es que precisamente la Ley de Memoria Histórica dice que no se aplicará la misma cuando concurran razones artísticas. Esa misma Ley que obliga a redactar un informe que detalle qué elementos la contravienen, y que hasta donde yo se en Cuidad Real no se ha hecho. Claro que no, porque no existe ningún elemento objetivo que hiera sensibilidades. Es más, la escultura al Alférez Provisional, y desde el 2003 intitulada, se convirtió en una alusión a las Fuerzas Armadas por estar ubicada cerca del obelisco que les rinde homenaje. Si imitamos la conducta de Doña Pilar Zamora e interpretamos la Ley de forma subjetiva, ni siquiera los Alféreces incumplen la Ley, no se identifican con ningún nombre propio, con ninguna persona concreta, fueron una generación de estudiantes perdida que iban a la guerra, sin mas. Leía en la prensa ayer jueves que el gobierno municipal quería contar con los ciudadanos y pedir opinión; dudo que lo hayan hecho pues ni siquiera han contado con la familia del escultor y han violado los derechos de autor y propiedad intelectual. Lo mínimo que se pide a un gobernante es que haga las cosas bien, con mesura, con tiento, en frio y procurando el bien de todos y no prevaricando. Está visto que es mucho pedir, lo cual es lamentable. Aún no he hablado con mis hermanos para saber que medidas legales tomar, aún confío en que la Alcaldesa tenga a bien llamarnos e informarnos porque parece haber olvidado que personas somos todos y que contamos con los mismos derechos de representación y deberes para nuestros conciudadanos
 
Monumento a los caídos en el trabajo (Puertollano)
 

Mi padre, Marino Amaya, como todos los escultores que vivieron en España durante los 40 años del Régimen del General Franco, se han visto afectados por las decisiones arbitrarias de esta Ley. Cuarenta años de trabajo dan para mucho en la vida de un artista, tanto para trabajar por encargo de particulares, como para realizar obra pública; ahora parece que tuvieran que pedir perdón por haber vivido. Precisamente en Castilla la Mancha, siempre trataron bien a mi padre y él a cambio dejó aquí sus mejores obras, el monumento a los caídos en la mina de Puertollano o el Quijote y el Sancho de Alcazar de San Juan son buena muestra de ello. Mi padre ya falleció y afortunadamente no ha visto esta tropelía, le habría destrozado. Era una de sus obras favoritas, a pesar de lo trágico que conmemoraba, la muerte de jóvenes universitarios que lucharon acorde a sus convicciones, conservaba el estilo infantil que le dio fama mundial. Tenía cierto carácter amable y tierno muy característico en la obra de Marino Amaya. Hace ya muchos años, "desapareció" de la Diputación de Guadalajara un busto que realizó de José Antonio Primo de Rivera y un monumento en Socuellamos. No queremos que pase lo mismo, las obras de arte no deben desaparecer y menos cuando han sido sufragadas con dinero público o por suscripción popular. Hay que rendir cuentas a los ciudadanos de cómo se gestiona el patrimonio común, y en este caso pareciere que con nocturnidad y alevosía hacen desaparecer un bien cultural propiedad de TODOS los ciudarealeños y se niegan a dar explicaciones. Pues yo me rebelo, exijo saber dónde está la obra de mi padre y que la traten con dignidad. Me niego a consentir que hagan escarnio de ella destrozándola o dejando que el polvo la entierre en un almacén del que nadie se ocupa. El monumento al Alférez tiene vocación pública y así debe permanecer, si no es en las calles de Ciudad Real, en una Institución que sepa valorar el carácter artístico. Desde aquí apelo al sentido común del equipo de gobierno, nos den razón de donde está la obra de mi padre porque los herederos lamentaríamos mucho tener que pleitear para que los derechos de autor y de propiedad intelectual de uno de los mas grandes escultores españoles, no se vean vilipendiados.
 
Marino Amaya posando junto al boceto de El Quijote y Sancho de Alcázar de San Juan