Una de las cosas que más aprecio de mi profesión es la posibilidad de conocer gente interesante. La gran mayoría de ellos tienen gusto por la historia y las cosas bien hechas tanto como yo, pero cuando a eso le sumas la dedicación a un trabajo exótico y apasionante, te encuentras con personas como Curro Agudo Mangas.
El modelado en arcilla del monumento al General Menacho tocaba a su fin. Apenas quedaba terminar el sable, los borlones que colgaban del fajín y el gran problema... La muralla de Badajoz.
Todas mis esculturas llevan algún símbolo que relacione al personaje con su eco en la eternidad, y lo que caracteriza al General Menacho fue su heróica defensa de la ciudad de Badajoz hasta que una bala de cañón le segó la vida mientras daba órdenes en lo alto de la desvencijada muralla. Ahí estaba el meollo del asunto: una muralla destrozada por el incesante asedio de las tropas napoleónicas y un General que negándose a rendir la ciudad, daba órdenes a las tropas en primera línea de fuego sobre los cascotes que abrían brecha en el Baluarte de Santiago.
Y en este punto es cuando te acuerdas de que entre esa gente especial, con profesiones exóticas que conoces gracias a tu trabajo, se encuentra Curro Agudo, modelista naval para más señas. El mejor, de hecho. Curro, que se ha criado al pie de la muralla de Badajoz no se lo piensa un segundo y viene a echarme una mano.
Diseñando la muralla
Curro lo tenía claro, en lugar de modelar en arcilla la rotura de la muralla, la construiríamos. En vez de preocuparme, me pareció una idea excelente: ponernos el mono de faena y liarnos a echar cemento y cascotes. La muralla de Badajoz es el recinto fortificado mas grande de España y hay que presumir de ello, así que íbamos a hacerlo bien, respetando lo máximo posible la construcción de mampostería y siendo escrupulosos con el destrozo que doscientos años atrás hacían los incesantes bombardeos sobre el baluarte.
Piedras de musgo que servirían para emular la mampostería
El trabajo duró más tiempo del que esperábamos, pero fue muy divertido escoger donde iría cada piedra y colocarla de forma estética, mientras imaginábamos como volaban los pedazos de muralla con cada cañonazo. O cómo veíamos los pies del General Menacho apisonando el terreno con cada movimiento, con cada arenga, con cada avance...
El resultado fue mejor de lo que esperaba. La base de la escultura que le daba sentido al conjunto estaba terminada. Menacho ya no andaba sobre el aire. Estaba afianzado a la muralla de la ciudad que le vió caer, sujeto a la tierra que doscientos años después le sigue rindiendo honores y encarando a la muerte en una de las gestas más nobles y gloriosas de la Guerra de Independencia.
Gracias Curro por haberme traído desde Badajoz el sentimiento de una resistencia épica.