Hay personas que pasan por tu vida, y otras que están destinadas a quedarse en ella. No deja de sorprenderme la implicación de algunos clientes/colaboradores en mi trabajo. Y es algo que agradezco profundamente, ya que debido a las desesperantes inseguridades que me asaltan cuando me hallo inmerso en un trabajo, encontrar una crítica constructiva o una palabra de aliento, me reconforta.
Son muchas las personas que tengo presentes, pero por cercanía cronológica quiero compartir un pequeño homenaje a las personas que hicieron posible el Monumento a Blas de Lezo. Los tres pilares en los que se sustentó el gran Almirante, la excelencia, la perfección y la ilusión. O lo que es lo mismo, Iñigo Paredes, Mariela Beltrán, Carolina Aguado y Javier Bellas.
A Iñigo Paredes le conocí frente una fanta de naranja. Me parecía increíble que alguien tan joven, con responsabilidades profesionales y familiares se embarcara en un proyecto de tamaña envergadura. Hay que tener muchos arrestos para responsabilizarse de abrir una suscripción pública, promocionarla hasta que sea un éxito rotundo y darle carácter democrático a una Asociación. No conozco a nadie con más empeño en un proyecto y que haya salido victorioso de tal hazaña. Claro, que si nos atenemos al nivel de exigencia que propone, es imposible que algo salga mal. Me alegra que nuestros caminos se hayan cruzado, siempre aprendo algo nuevo de quien busca constantemente la excelencia.
Reconozco que el día que conocí a Mariela Beltrán, perfeccionista hasta el extremo, me cayó un rapapolvo memorable. Ahí estaba yo, incrédulo aún porque mi proyecto había sido el elegido y Mariela dándome collejas porque mi boceto tenía algún error histórico. Quizá en otra circunstancia habría hecho valer mi interpretación artística, pero me rendí al instante. Mariela y Carolina Aguado eran las comisarias de la exposición de Blas de Lezo y las personas más interesadas en que el monumento se ajustase a rigor histórico. Su pasión por el personaje era tan intensa que sentí la necesidad de darles a Lezo en su mejor versión. Me prepararon el mejor informe documentado que un escultor podría desear y a cambio recibieron la reproducción mas fidedigna de un uniforme de Teniente General del siglo XVIII. Ahora se han convertido en colaboradoras necesarias. Como sin Mariela podría enfrentarme ahora al reto de representar a Bernardo de Gálvez? Para realizar escultura histórica hacen falta dos cosas, el escultor y ella, la historiadora que mejor conoce y empatiza con el personaje.
El tercer pilar sobre el que se apoya este monumento se llama Javier Bellas, la ilusión personificada. No me quedan palabras de agradecimiento para él, solo de reconocimiento y orgullo para nuestra Armada Española. Este monumento es el humilde reconocimiento que el pueblo español ha querido haceros a vosotros, los marinos. Porque estamos orgullosos de vosotros, porque a base de vuestro sacrificio personal los españoles vivimos en un gran país y porque la Armada nos ha regalado grandes hombres de los que tomar ejemplo. Querido Javier, con tu permiso reproduzco aquí tu primer whatsapp:
“Querido Salvador, quiero ponerte estas letras para agradecerte el esfuerzo, la pasión y el talento que has puesto en la escultura de Blas de Lezo. Les dije a Mariela y Carolina que ellas eran sus madres, las que lo han devuelto al mundo, a su puesto en la historia y a su sitio en España. Pero era un Blas de Lezo imaginario, o si se quiere, virtual en forma de exposiciones y titulares.
Tu lo has hecho realidad y le has dado vida; la que te has dejado modelando todas y cada una de sus partes. Has sabido hacer descansar todo el peso de la historia de un olvido en su pata de palo y la dureza de una muerte próxima que ya adivinaba, en su tuerta mirada. La tensión de ese momento lo transformas en bello semblante y todo lo vistes de rigor histórico en forma de casaca. Lo has hecho padre de la Patria, referente de muchas generaciones y ejemplo donde mirarse. Una escultura que será un lugar de encuentro con la historia para millones de personas”
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