Por Javier Villamor
- Escultor como su padre. ¿Lo lleva en los genes o pasión
desde la infancia?
Creo que las circunstancias son determinantes. Es cierto
que desde pequeño he visto la escultura como algo natural, en mi casa se vivía
de ello y lo percibía como una profesión. Con el tiempo, echo la vista atrás y
compruebo que mi forma de trabajar es totalmente diferente a la que tenía mi
padre, pero la visión espacial, la capacidad de anticiparme para saber qué
resultado quiero y el oficio, debe ser heredado. Es difícil para mí valorarlo
porque la escultura forma parte de mi personalidad
- ¿Cuál ha sido su evolución? ¿Siempre ha trabajado el
realismo o ha coqueteado con otros estilos?
No soy consciente de haber evolucionado en cuestión de
estilo. Desde que tengo conciencia, mis ejemplos a seguir eran los clásicos y de
ahí no he querido moverme. Me parece la forma más honesta de hacer escultura,
imitar la naturaleza, ensalzar actitudes y sobretodo, que el espectador tenga
una visión clara de lo que tiene delante. Sin dobleces, sin estridencias, sin
conceptos que se pierdan en la exclusiva visión del artista. No quiero
evolucionar si no es para alcanzar la excelencia. Las vanguardias y ese tipo de
ocurrencias no las considero evolución, sino involución. Quizá pueda entender a
Picasso, a artistas que hayan demostrado que tienen talento para hacer obras
maravillosas, y que luego decidan seguir sus instintos o introducirse en las
tendencias del mercado. Lo que desde luego nunca haré, será aplaudir a quienes
sin haber demostrado nada, manchan un lienzo con cuatro paletadas de acrílico o
usan objetos cotidianos para hacer instalaciones
- Ha hecho cerca de 50 obras para organismos oficiales. ¿Por qué es importante que sus obras sean
de dominio público, tratando lo que tratan, en estos tiempos?
Porque no creo en el arte que sólo pueden disfrutar las
élites. Lamentablemente el arte tiene un precio, no sólo debido a los costes,
que en escultura son especialmente altos, sino porque el artista también
cuantifica las horas de trabajo. Al final te encuentras con una obra a la que no
todo el mundo tiene acceso, y aunque te queda la satisfacción de que el cliente
ha invertido en tu obra, que al final es una parte de tu alma, sabes que esa obra se
quedará en un salón o en un gabinete y que sólo el comprador podrá
disfrutarla. La escultura pública tiene la posibilidad de exponerse en la calle,
servir a un propósito, superar las generaciones y a la vez dignificar ciertos
valores y personajes. Y por si esto fuera poco, puede ser disfrutada por todos y
formar parte del patrimonio y de la cultura popular de la nación
- ¿Cuál es su obra predilecta, con cuál aprendió más y
cuál fue el mayor desafío?
Quizá mi favorita sea el monumento a Isabel la Católica,
por lo que significa el personaje y por su sobriedad a pesar de la riqueza de la
vestimenta. Con Blas de Lezo percibí en mí una evolución en la manera de
trabajar, así que de alguna manera aprendí un nuevo método. Mi mayor desafío ha
sido la última, el monumento al General Menacho, venía de sufrir un infarto
agudo de miocardio y no sabía si mis capacidades físicas habían podido
resentirse. Mover toneladas de barro y subirte al andamio para trabajar en el
modelado de una escultura de 3,5 metros supone un esfuerzo físico, pero no noté
nada diferente en mí , así que gané confianza y certeza de que podía continuar
con mi profesión
- ¿Hay esperanza de un nuevo resurgir en el arte que eleve
nuestro espíritu como antaño?
Me temo que primero debe cambiar la sociedad.
Actualmente, es muy difícil para un artista crear ese tipo de obra que requiere
preparación, tiempo, técnica y medios. Los artistas actuales se han ido a los
cómodo, a lo inmediato; ofrecen un producto rápido porque el mundo del arte es
lo que reclama. El cliente ya no tiene paciencia, va a lo fácil. Al artista
honesto le resulta muy difícil hacer entender que el arte que tiene un propósito
social, didáctico y elevado, requiere tiempo. Y si de algo adolece la sociedad
actual es de tiempo. No obstante, siempre quedará un reducto de artistas,
guardianes del oficio y del espíritu, dispuesto a entregar lo mejor de si a un
pueblo que luche por despertar
- ¿Qué opina del nuevo arte, lo que otros llaman
‘no-arte’?
No es arte. Es un mercado. Se mercantilizan conceptos
absurdos y a la vez sirve para blanquear dinero y dar de comer a un sinfín de
personajes que sin ser artistas pulúlan alrededor: críticos, galeristas,
curadores… El arte se crea en la soledad de un taller, no rodeado de un sinfín
de palmeros que se precian de entender de arte porque han visto a un iluminado
dar dos brochazos
Si te soy sincero, no sabría decirte. Me muevo en
círculos artísticos muy concretos y no son precisamente las ferias y las
galerías. Si que tengo amigos artistas a los que veo a menudo,
pero curiosamente apenas hablamos de estas cosas. Cualquiera de ellos sabe en
qué camino está y que quiere transmitir. No estoy en condiciones de aconsejar
que camino deben o no seguir, es algo muy personal y al final, depende de las
circunstancias y las motivaciones de la etapa que estas viviendo.
- Usted es muy amigo de Ferrer Dalmau. De alguna manera,
parece que esta época ha aunado a grandes artistas de temas militares y
patrióticos…
Augusto es un fuera de serie. El dominio que tiene sobre
la composición y la luz es inigualable. Ha cubierto un vacio y el público ha
respondido. En estos tiempos que vivimos se hacía necesario reivindicar que el
pueblo español viene de un pasado glorioso y que es posible recuperar ese
orgullo y esa nobleza de espíritu para construir unos nuevos cimientos que
sustenten ese resurgir del que hablábamos antes
- ¿Tiene relación esa deconstrucción de la esencia de
nuestra cultura con nuestro debacle como nación? En muchas ocasiones, el gran
público no ve más allá de la obra.
Es que no se educa en arte. Las escuelas aportan
conocimientos de matemáticas, gramática o historia tergiversada, pero la misma
asignatura de filosofía empieza a cuestionarse como materia de estudio. En los
hogares tampoco hay interés en sentarse con los niños, abrir un libro de la
Grecia clásica y ver cómo Fidias esculpió los relieves del Partenón. Pero esto
no es exclusivo de España. Hemos cambiado intereses y prioridades. Ya no
preocupa la deriva espiritual de un pueblo, sino la imagen que proyectamos a la
sociedad. Mirándonos el ombligo es complicado que podamos ver más alla. Se hace
imposible maravillarse ante la desnudez velada de la obra de Corradini o la
exhalación involuntaria de Santa Teresa en el mármol de Bernini
- Cuénteme sobre esa posible estatua sobre los
Tercios…
Se conseguirá. Hay un movimiento muy potente detrás que
está empujando para que así sea. Queremos que sea un monumento a los Tercios
definitivo. Que se convierta en imagen representativa de los ejércitos españoles
de los siglos XVI y XVII. Y queremos hacerlo bien. Nos asesoraremos con los
mejores y nos reuniremos con quien haga falta para que tenga un emplazamiento
digno donde cualquier español pueda fotografiarse con la representación de
aquellos hombres. Actualmente estamos en la fase de buscar financiación, pero en
próximas fechas tendremos buenas noticias al respecto. A partir de ahí, bocetos
y trabajo. Mucho trabajo
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