Salvador Amaya (Madrid, 1970). Hijo del escultor Marino
Amaya, desde su infancia vivió y asimiló ese ambiente artístico, aprendiendo
con su padre y ayudándole ya desde la adolescencia. Incluso en varias ocasiones
trabajaron juntos, como es el caso del Monumento a los Donantes de Sangre en
León. Las influencias en su obra son diversas y van desde los grandes clásicos
de la escultura, los maestros renacentistas italianos, llegando hasta nuestros
clásicos como Benlliure, Marina, Querol... En su larga treintena de obras
realizadas públicamente, se destaca el carácter histórico, religioso y
patriótico de sus encargos. Obras como el monumento a Blas de Lezo, al general
Menacho o la que está realizando en estos momentos a los Últimos de Filipinas
son algunas de sus realizaciones más conocidas.
Para empezar, nos gustaría que nos relatara lo
determinante que debió resultar la influencia paterna para que Ud. decidiera
seguir sus pasos, de qué modo el ambiente familiar realmente llegó a
“modelarle” o si por el contrario piensa que su inclinación surgió de un modo
natural, hallando ahí el ambiente más propicio para desarrollar su talento.
Indudablemente,
haber nacido en un ambiente artístico facilitó mi acercamiento hacia las bellas
artes. Lo que para otra persona hubiera sido una decisión y un proceso lleno de
dudas, a mi me fue dado como una forma natural de vida. Debo decir que aunque
en mi familia hemos vivido siempre del arte, mi primera vocación no fue la
artística, sino la militar. La rama materna estaba vinculada al ejército y
desde pequeño me llamaron la atención los uniformes y los valores de la
milicia. Finalmente no pude ingresar en la Academia militar, y esa decisión de
escoger el camino difícil, el de la bohemia, la creación y la permanente lucha
con uno mismo, surgió de forma natural por no resultarme un modo de vida
extraño. Lo que agradezco a la vida es haber podido compaginar esas dos grandes
pasiones, el arte y el ejército, ayudándome de la capacidad creadora para poner
en valor las grandes gestas militares.
El hecho de no haber tenido una preparación estrictamente
académica, ¿puede haber influido en el resultado actual de su arte, o
simplemente fue la manera que mejor se adaptó a su forma de aprender?
Mi
única preparación ha sido la observación, primero con mi padre, después con Juan
de Ávalos, y mientras tanto hojeando libros de los grandes maestros. Siempre
necesitas alguna base, si no para definir un estilo, si para conocer los
procesos necesarios para poder llevar a cabo la escultura de principio a fin.
Es decir, lo que antaño se estudiaba en las academias artísticas. Hoy por hoy
no tengo claro qué asignaturas se imparten. Las vanguardias, performances y
todo lo que hoy tiene valor en los circuitos artísticos no contiene unos
procedimientos que puedan aprenderse, así que de alguna manera agradezco haber
podido aprender de los clásicos. Dudo que mi evolución artística hubiera sido
la misma si me hubiera formado en un ambiente tan contaminado ideológicamente y
tan decadente espiritualmente como el que ofrecen las escuelas de arte. Los
estudiantes se enfrentan a la confusión, a no saber que se exige de ellos, a
vagar por senderos inciertos sin estándares mínimos que definan sus aptitudes.
Tal y como yo entiendo el arte, dudo que hubiera evolucionado hasta lo que soy
hoy, ni siquiera se me habría permitido.
El arte, en todas sus variantes, nos muestra múltiples
aspectos del ser humano: todos sus miedos, esperanzas, sueños… y sobre todo su
deseo de poder alcanzar lo inalcanzable y controlar lo incontrolable, como la
vida eterna, la omnisciencia o el paraíso en la Tierra. ¿Es acaso el arte la
manera más sublime de vida? ¿en qué medida cree que habría cambiado su vida si
se hubiera dedicado a otra cosa?
Quizá
me equivoque, pero la profesión que elegimos determina en gran medida lo que somos.
El arte desde luego condiciona porque es una forma de vivir, y con vivir no me
refiero sólo a subsistir, sino a vivir en su significado más pleno. A pesar de
que el proceso creativo es muy intimo e introspectivo, el fin de la obra
artística es poder ser compartida y mostrada. El artista necesita dar
plasticidad a un concepto para crear un vínculo físico que le una al
espectador, de otro modo estaríamos moviéndonos en el mundo de las ideas
exclusivamente. En mi caso, el arte es una herramienta que me permite crear
símbolos de unión, de identidad, de pertenencia; iconos reconocibles que
encarnen unos valores apreciados por nuestra nación y que sirvan para
recordarnos que somos herederos de una historia maravillosa forjada por hombres
extraordinarios. Si algo así, algo que encarna un ideal que nos superará a
todos nosotros es o no sublime, no me corresponde a mi decirlo, pero si que
considero que dentro de las bellas artes, la escultura monumental es superior
al resto de disciplinas. Es la única que no pertenece exclusivamente a quienes
pueden pagarla y es la que se atiene (o así debería ser) a las características del
pueblo del que nace, ya que es para ese pueblo para quien se realiza. En
ocasiones se sacrifica el significado, ya que en estos tiempos no existe una
línea cohesionadora, pero el espíritu y las formas heredadas permanecen de
algún modo.
El arte de la escultura se hunde en la noche de los
tiempos. Ya los hombres primitivos tenían una imperiosa necesidad de
representar sobre la materia su visión de las cosas. Hoy, en un lapso de tiempo
tan breve, nuestra tecnología parece querer cargarse a la piedra y el papel.
¿Cree en la pervivencia de la escultura y la escritura tal y como las hemos
conocido, o por el contrario, en un reemplazamiento “digital”?
Me
encantaría decir que si, que nunca podrán matar milenios de interpretación de
la naturaleza y de aspiración a honrar las capacidades que se nos han otorgado.
Los expertos, galeristas, críticos, curadores, y todo un sinfín de personajes
que pululan alrededor del arte intentan hacernos creer que cualquier forma de
creación es válida. Que lo importante es el artista, el creador, su visión de
las cosas y lo que quiere transmitir. No les importa haber ahorrado en procesos
técnicos, y no se dan cuenta que esos procesos técnicos, con sus avances y
retrocesos, sus momentos de inspiración y frutración, forman parte también de
la obra y se ven reflejados en ella. Creen que desde las ideas pueden explicar
el proceso creativo y se equivocan. Sólo pueden justificar la parte
individualista del artista pero no pueden justificar la obra. Necesitan de una
serie de artificios y distracciones para dar contenido y valor a lo que
intentan imponer. Me aferro a la esperanza de que existen ciclos universales y
que tarde o temprano, el ser humano necesita encontrarse con los orígenes, y
que buscando respuestas vuelve tras los pasos de sus ancestros. Sé que así debe
ser, sólo que en ese tránsito vamos a perdernos grandes talentos y obras
universales que jamás verán la luz porque las circunstancias no han sido
favorables para desarrollarse.
El artista es visto y adivinado en buena medida a través
de sus creaciones. ¿Podemos pensar entonces que Ud. en cada personaje histórico
o religioso que ha representado, les ha dejado algo de sí mismo, aunque no haya
sido intencionadamente? ¿Cuál ha sido el que más le ha hecho ilusión realizar,
o le ha marcado más?
Por
supuesto. Y no sólo he podido dejar una huella en ellos, sino que valoro más la
que han dejado ellos en mi. Cada uno de esos personajes han entrado en mi y me
han enriquecido. Al fin y al cabo, la escultura no transmite color, ni paisaje,
ni profundidad; la escultura transmite valores, y para realizarla necesito
empaparme de ellos, identificar al personaje con algo concreto de su carácter:
tenacidad, valentía, arrojo, orgullo, fortaleza de espíritu, etc. Cada
monumento tiene su propia historia detrás y debe captar toda ella en el preciso
momento que se muestra. Para ello necesito documentarme, no se hacerlo de otra
manera porque a medida que avanzo en la realización de la escultura, me va
pidiendo detalles que desconozco o secretos que necesito desentrañar. Muchas
noches me he sorprendido hablando con mis personajes mientras trabajaba en
ellos, el diálogo se hace necesario cuando durante los meses que dura el
modelado, todo en el taller se transforma y se traslada a otras épocas y
lugares. Un ejemplo que sirve para explicar ese proceso fue el monumento a Blas
de Lezo, que además creo que fue definitorio en mi carrera. La responsabilidad
de instalar un monumento en Madrid, la capital de España, y mi ciudad natal,
era tan grande que asimilé el personaje en lo más profundo de mi ser. Le
agradecía lo fácil que fue meterme en su piel por lo singular de su experiencia
de vida y le pedía también iluminación cuando me asaltaban dudas. La
complicidad que conseguí con él fue transformadora porque me facilitó el camino
con personajes que vendrían después. Hasta ese momento había usado medios
materiales para acercarme a mis personajes pero el aprendizaje de conectar
espiritualmente con el personaje me lo proporcionó Blas de Lezo
Si deseáramos ubicar en cada rincón de España una
escultura que simbolizase los grandes de la historia de ese lugar, sin duda
alguna tropezaríamos en cada esquina con una… ¿Qué personaje o hechos de
nuestra historia nacional cree que están poco o nada mostrados, y a qué se
puede deber?
Todos,
de un modo u otro, hemos vivido episodios singulares y nos hemos podido
convertir en héroes, así que en base a eso, nos faltarían muchísimos. Cosa
distinta es que esas hazañas sean motivo de inspiración para los artistas o
para las generaciones futuras. Echo en falta muchos personajes, sobre todo, por
lo que han aportado al desarrollo de nuestra historia. Me faltan por ejemplo,
don Juan de Austria o Nuñez de Balboa, pero más grave es la ausencia de
reconocimientos a quienes dieron su vida por España y fueron ocultados por
diversos intereses. Me vienen a la cabeza los marinos de Trafalgar. Tenemos a
Churruca, que murió heroicamente luchando contra cuatro navíos, y que sólo en
su pueblo natal tiene el reconocimiento de una estatua. Existe una corriente
poderosa que no entiendo muy bien y que tiende a ocultar las derrotas en lugar
de poner en valor lo positivo que hubo en ellas. El ser humano, en
circunstancias adversas y situaciones límite, saca lo peor y lo mejor, y cuando
esas vidas has sido ejemplares y han adquirido la eternidad luchando con
nobleza y por un ideal superior, no hay derrota que pueda superar a tanta
gloria. Por otra parte también percibo que durante muchos años, no ha habido
interés en mostrar la grandeza de los hechos que conformaron nuestra nación,
como si a través de los planes educativos se hayan ocultado los motivos de
orgullo para hacer de nosotros ciudadanos dóciles y manipulables por no saber
la excelencia de nuestra procedencia
Hemos visto en su página (salvadoramaya.com) que uno de
los encargos más frecuentes son los bustos del Jefe del Estado, primero con
Juan Carlos I y luego con su hijo y actual rey de España, Felipe VI. ¿Es la
monarquía un factor intrínseco de la identidad española?
A
día de hoy no lo tengo muy claro, pero hasta el siglo XX ha formado parte de
nuestra identidad. En la actualidad la monarquía ha quedado relegada a ser un
símbolo del Estado pero en cierta manera continúa actuando como elemento
aglutinador. Y me alegra que por lo menos exista un jefe del Estado y una
máxima autoridad militar que tenga una notable preparación profesional para
contrarrestar la mediocridad que se ha instalado en las instituciones. Los
retratos de la clase dirigente forman parte de la Historia del Arte, y también
gracias a esos retratos, hoy podemos acercarnos a la figura de Pericles o Alejandro
Magno. Ya sea por su importancia en la historia o porque ha querido
inmortalizarse, el busto es un clásico en la disciplina escultórica. Y muy
difícil, por cierto. El retratado debe reconocerse y a la vez encontrarse
agraciado, y eso no siempre entra dentro de la realidad. Con respecto a Juan
Carlos I y Felipe VI, puedo decir que guardo buenos recuerdos de ambos. El
busto de Juan Carlos I fue un encargo que inicialmente se hizo a mi padre, pero
que finalmente realicé yo. Fue mi primera obra pública y tuve la suerte que fue
inaugurada por el propio rey. A Felipe VI ya le conocía con anterioridad pero
cuando Casa Real decidió que la imagen con la que la historia reconocería al
actual rey era con barba, hubo que actualizar todos los retratos. Los ayuntamientos
y administraciones públicas suelen usar cuadros o láminas para colgar, pero las
instituciones militares gustan de contar con el retrato tridimensional. Quizá
es una forma más tangible de tener presente al jefe del ejército
Y hablando de historia reciente, es evidente que la
llamada “Ley de memoria histórica” se está convirtiendo en una persecución
iconoclasta de monumentos por toda la geografía. ¿Hasta que punto se pueden o
deben retirar, reformar, “resignificar”, demoler o conservar monumentos históricos
que tal vez fueron concebidos muy de acuerdo con un régimen concreto, y con el
cual se desea cortar toda relación simbólica? ¿Es siempre lícita la “damnatio
memoriae”? Pensamos, por ejemplo, en el Valle de los Caídos.
En
mi familia nos ha afectado particularmente. Han retirado muchísimas obras de mi
padre dedicadas a José Antonio, incluso antes de la Ley. La última canallada ha
sido retirar el monumento al alférez provisional que mi padre tenía en Ciudad
Real, al que desde hacía ya muchos años le habían retirado cualquier simbología
que contraviniera la nueva ley. Respeto al Valle de los Caídos, no tengo
palabras. Se cómo se están desmoronando poco a poco los Evangelistas, y como
usaran el estado de ruina (subsanable con algo de mantenimiento) para justificar
su desmantelamiento. Creo que Ávalos intuía lo que pasaría, llevaba muchos años
en el punto de mira y a nivel profesional llegó a perjudicarle. No podemos
obviar que en temas artísticos y culturales, hay un sector ideológico que trata
muy bien a los suyos y que envía al ostracismo a quienes se posicionan enfrente
o a incluso a los que ignoran la faceta política. En los últimos días he
llegado a escuchar que existe un informe donde dice que el Valle de los Caídos
no tiene valor artístico ninguno. En este país se pueden decir ese tipo de
calificativos y no existen consecuencias. No existen para ellos, claro, pero
para millones de españoles capaces de reconocer la inmensidad de un obra
universal, la grandeza con la que fue concebida, el esfuerzo conjunto que hizo
que la nación levantara uno de los monumentos más visitados del país, lo que
pretenden hacer es un insulto. Conozco al hijo de Ávalos y se de la lucha que
lleva desde hace muchos años para mantener el legado de su padre. Ya no es sólo
el conjunto artístico que hay en el Valle, son las cientos de esculturas,
moldes y reproducciones que quedan que Juan de Ávalos y que ninguna institución
quiere responsabilizarse de ellas. No albergo muchas esperanzas en que el
legado artístico afectado por el odio de la izquierda pueda salvarse, pero
estoy seguro que la historia no perdonará la desaparición de la obra de parte
de una generación artística
El arte moderno figurativo no suele gozar del mismo
estatus que el abstracto o que algunas tendencias digamos “peculiares” (como las
obras obesas de Botero o los perros globo de Jeff Koons). ¿Es un arte condenado
a sobrevivir solo en salas polvorientas de los museos, o sencillamente
permanecerá pese a todo?
No
hay sitio en los museos para el arte figurativo actual. En los museos de arte
contemporáneo, lo más figurativo que podemos encontrar son los ejemplos que
planteas en las preguntas. La desaparición del arte clásico es un hecho, y no
porque los artistas no quieran experimentarlo, sino porque los mercados no tienen
paciencia para esperar una obra cuyo proceso de creación tarda meses y porque
los inversores ya no buscan belleza, sino piezas que los críticos de arte se
aseguran de que se revaloricen. Las pocas obras del Arte Universal que quedan
en el mercado, como el Salvator Mundi de Leonardo da Vinci, pasan de manos
privadas a manos privadas, no hay museo ni institución pública que se haga con
ellas. Los museos tienen que hacerse eco de las corrientes actuales y actúan en
consecuencia. Forman parte de la sociedad y como tal, son un fiel reflejo. Si
la decadencia asola al mundo del arte, los museos lo muestran.
Para terminar, ¿cree que en España hay o puede haber una
generación interesante de artistas que pueda proyectar trabajos que muestren una
“marca España” digna de nuestra historia? También que nos comentase, si es
posible, algunos de sus próximos proyectos.
No quiero despedirme dejando la sensación de que no
hay esperanza de recuperación de un arte realizado desde la honestidad y desde unos
principios fundamentales. El anhelo de perdurar siempre se impondrá al artista.
El falso artista será el que caiga en el camino fácil y en las corrientes impuestas
por la degeneración espiritual, pero siempre habrá un destello de luz que
reaccione con fuerza y se rebele. Personalmente no tengo mucho trato con los
círculos artísticos pero en las fundiciones y talleres aún me sorprendo
encontrando obras de calidad, o por lo menos, excelentes intentos. En lo que
coincidimos los colegas más afines es en lo difícil que nos lo ponen y en lo
necesario de que vuelva la formación artística, y si no puede ser en la
escuelas, que vuelva en los talleres de escultura, como cuando rebosaban vida
con el ir y venir de los aprendices, el esforzado martilleo de los ayudantes, y
el intercambio de impresiones entre artista y mecenas. Dudo que en España
podamos disfrutar de un renacer semejante mientras sigamos las corrientes
globalistas, pero no dejemos que permanecer alertas ante los atisbos de
talento. Respecto a mis próximos proyectos, pues no sabría decir. Vivimos
tiempos inciertos y lamentablemente mi trabajo va vinculado a cierta
estabilidad política y económica. La inseguridad ahuyenta al dinero y sin él,
difícilmente podemos hacer algo. Hay intención de seguir rescatando pasajes
heroicos y epopeyas de la historia de España, pero ahora mismo toca esperar. Lo
que si es seguro es que este 13 de enero, por inauguraremos el monumento a los
Héroes de Bales, que después de la falsaria película que se filmó hace poco, se
hacía necesario contrarrestar. No quiero despedirme sin agradecerles las
preguntas y la atención a sus lectores