El arte es la materialización de un delirio

El arte es la materialización de un delirio

miércoles, 26 de febrero de 2020

Entrevista para la revista PRIMAVERA

Sin ninguna duda conocerán los lectores su obra más famosa, el Blas de Lezo que permanece en pie sobre un pedestal en uno de los laterales de la plaza de Colón, en Madrid. Pero además de esta, Salvador es el autor de esculturas de Menacho, Bernardo de Galvez, Cervantes, Fernán González, Beatriz Galindo o nuestra eterna Isabel la Católica.
Defensor de la escultura “tradicional” y de los valores “superiores” del arte, que tan poco abundan hoy en día.
Hemos podido hacer unas preguntas al escultor, al cual agradecemos enormemente su participación en este primer número, y recomendamos la visita a su web y a su muy interesante blog.




P: Todo autor, sea cual sea su disciplina, tiene sus influencia, ¿cuáles han sido las tuyas?

Inevitablemente, haberme criado en un ambiente artístico tuvo un gran impacto sobre mí. Mi padre fue un gran creador artístico en general y escultor en particular. Asumir el arte como una forma de vida se lo debo a mi padre, pero a nivel técnico y estético me he dejado guiar por los grandes de principios del siglo XX. La capacidad que tenían Belliure y Marinas de trabajar con la expresión corporal y la composición en la estatuaria pública me fascinan. Gracias a ellos asimilé el concepto de arte con vocación pública, escultura para todos, no sólo para las élites que puedan pagar arte; monumentos cuyo espíritu nace de la historia de una nación y es destinado al enriquecimiento patrimonial de ese mismo pueblo. Es natural que mis maestros espirituales tengan sus raíces en España, al fin y al cabo, yo mismo soy una evolución de todos ellos, pero no me olvido de otros grandes artistas internacionales: el peculiar tratamiento de las proporciones corporales masculinas en contraposición con la suavidad en las formas femeninas de Arno Brecker, o la rotundidad con la que trabajaban los artistas del este son dignas de mención. Supongo que cada escultor adapta su obra a las circunstancias que le toca vivir y las primeras décadas del siglo XX nos han legado una forma de realizar arte épico y heroico que no parece querer recuperarse por parte de los circuitos artísticos.

P: El proceso de creación de una obra artística, el incontable tiempo y esfuerzo dedicados a ella, irremediablemente unen al autor con su obra, ¿cómo es tu proceso de trabajo desde la documentación hasta que repasas el bronce con una lija?, ¿Eres de los que opinan que hay una unión perpetua del autor con su obra?

Antes de que coja una pella de arcilla o realice dibujos preparatorios, existe un trabajo invisible en mi cabeza. Es cierto que me documento antes de empezar con un trabajo, pero no sólo leo libros y documentos, sino que me implico personalmente con la obra. En mi caso, que me dedico a modelar personajes concretos, busco impregnarme de ellos, pensar como ellos pensaban y sentir como ellos sentían. Todo en mi taller se adapta al personaje en el que se va a trabajar y procuro que su espíritu lo inunde todo, desde la música ambiental hasta la conciencia temporal que correspondería al protagonista. Los modelos se visten de época y me sumerjo en las experiencias del personaje que más me inspiren. Hay todo un ritual preparatorio antes de empezar, aunque cada escultura tiene particularidades. Por ejemplo, para el próximo monumento, al componerse de personajes pertenecientes a un grupo histórico reconocible pero sin ser ninguno de ellos una figura histórica concreta, he tenido que buscar prototipos de hoy en día que me ayuden a poner cara y una personalidad detrás de cada escultura. No soy capaz de trabajar si no tengo conexión con la obra, así que intento dotarla de carácter, hablo con ella y creo un vínculo, de forma que cuando termino ya no se trata de arcilla modelada, sino de alguien a quien yo considero real y he devuelto a la vida aunque sea de forma espiritual

P: Observando los hierros retorcidos oxidados que ocupan las rotondas, diríamos que cada vez hay menos espacio para la figura humana, para el arte tradicional. ¿Crees que la escultura actual ha perdido desde hace décadas su componente indisolublemente humano, dejando espacio al “todo vale”?

La decadencia ha enfangado los círculos artísticos. Quizá por eso no me muevo en ellos. No los entiendo y ellos tampoco me entienden a mí, así que nos mantenemos al margen unos de otros. Para alguien como yo, un escultor de oficio que vive de ello profesionalmente, que es consciente de los criterios estéticos eternos, es duro ver como esos hierros retorcidos se dan por válidos y se equiparan a obras de arte que tienen un sentido en su concepción, en su creación y en su difusión. Creo que ese poco espacio para la figura humana del que hablas es extrapolable no sólo al arte sino también a la sociedad. Efectivamente no hay espacio para la humanidad, se han perdido muchos valores y el espíritu crítico, y sin ambos aspectos es difícil que el hombre surja en todo su esplendor, ya sea intelectual, hábil o artísticamente. Para el artista figurativo, cuyo único afán es encontrar la belleza y alcanzar la excelencia, es frustrante comprobar como a nivel institucional prevalece la mediocridad y a nivel social es aceptada. Llega un momento en que tienes que elegir: ¿me adapto a la posmodernidad y acepto todos los laureles que hoy en día conlleva, o sobrevivo honestamente no permitiendo que se pierda una tradición milenaria aún a costa de padecer carencias? En cada uno está la opción de vida que quiere para sí y si puede vivir con ello.

P: Todos los pueblos y épocas se caracterizan por el arte que realizan… ¿Tenemos los españoles actuales un arte de calidad?

Me entristece decir que no. Podemos encontrar destellos de genialidad, pero son muy puntuales y a veces, tengo la sensación de que los círculos artísticos los ocultan para no poner de manifiesto la mediocridad que se expone y se vende. Se ha creado todo un submundo en torno al arte donde ya no es el cliente el que se deja guiar por su criterio estético, sino que el cliente o mecenas se ha convertido en un mero inversor que se deja asesorar por críticos, galeristas, subasteros, curadores y un sinfín de profesiones que han surgido alrededor del arte pero que no producen obra, sólo opinión. Y esa opinión, absolutamente forzada y fingida, ha conseguido hacer desaparecer la figura del mecenas, de la persona que tradicionalmente aprecia el arte y lo adquiere. Sin mecenas, no hay financiación para formar artistas ni hay espacios auténticos donde encontrar el talento. Los talleres donde se formaban los aprendices han desaparecido, las escuelas de arte se limitan a enseñar técnicas y nuevos soportes y los certámenes se han convertido en entornos cerrados donde participantes y jurados se relacionan por intereses en lugar de por sensibilidades. Es imposible que el arte de calidad pueda desarrollarse en un entorno tan hostil y tan mercenario. Respecto a las características que pudieran definir a los pueblos, lamento comprobar que la globalización ha acabado con cualquier intento de preservar la identidad de los pueblos. Quizá dentro de los países más desarrollados, podemos encontrar características particulares en los países del este, pero Europa, Norteamérica y parte de Asia han perdido su identidad artística y cultural. Vayas donde vayas, encontrarás en las galerías obras que no definen nada concreto, una historia común, unas creencias o una cultura. Hasta los museos han caído en la globalización, tenemos Guggenheim en varias ciudades y los museos de arte moderno apenas ofrecen algo representativo del país que los acoge. Debo decir que llevo muchos años fuera de los circuitos artísticos, pero año tras año veo las imágenes de lo que se expone en ARCO, nuestra feria más “artística” y nada ha cambiado. Se sigue apostando por sorprender, trastornar y provocar, no queda nada en las piezas que se exhiben que pretenda despertar lo sublime y lo elevado. Lo cutre y la indecencia han matado cualquier intento de preservar el ARTE con mayúsculas


P: Ahora tenemos a Salvador Amaya, pero antes tuvimos a Mariano Benlliure (escultor del General Martínez Campos, en el Retiro) o a Aniceto Marinas (de Velázquez del Paseo del Prado, o de Eloy Gonzalo en la Plaza de Cascorro). De los muchos que aún están por descubrir para el gran público, ¿Que escultores españoles de este tipo crees que merecerían el reconocimiento que aún no han podido tener?

Coetáneo a Benlliure y Marinas, destacó Agustín Querol pero inexplicablemente es bastante desconocido. Quizá su familia y las instituciones provinciales no han puesto en valor su obra con eficacia, y sin embargo ahí tenemos sus colosales esculturas coronando el Ministerio de Agricultura o decorando el frontón de la Biblioteca Nacional. Y es que en esto de dar el lugar que merecen a nuestros artistas históricos, mucho tienen que decir las instituciones; si bien la diputación de Salamanca ha sabido poner en valor la obra de Venancio Blanco y a día de hoy cuenta con una Fundación que gestiona su legado, nos encontramos con el caso contrario y podemos ver cómo la inmensa obra del prolífico Juan de Ávalos no encuentra institución que se haga cargo de ella. Parece que hemos olvidado que los grandes artistas forman parte de nuestro patrimonio común, de nuestro enriquecimiento cultural, que son los artífices de la plasmación de nuestra sociedad en formato artístico. Nuestras evoluciones, revoluciones, pulsiones, etc, están reflejadas en las obras artísticas del momento. Precisamente por eso es tan triste el momento que estamos viviendo, porque no estamos dejando para el futuro nada que perdure. Los libros de arte quedarán vacíos de obras maestras en el período que abarca nuestra época, o peor, las generaciones futuras verán la degeneración en que hemos vivido a través de las obras que pervivan

P: Tu última escultura es la del teniente Saturnino Martín Cerezo, a partir del boceto de Ferrer Dalmau, y financiada gracias a una campaña de mecenazgo, que homenajeará a los Últimos de Baler, y a los españoles que lucharon por España en Filipinas, ¿estamos poniendo en valor por fin a aquellos hombres?

Ha costado mucho. La Historia parecía estar proscrita desde hacía décadas. Me refiero a la historia más gloriosa de España, la que nos llena de orgullo y nos enriquece como pueblo protagonista de grandes hazañas y epopeyas. Quizá la desnaturalización provocada por el egocentrismo e individualismo que impera en estos tiempos líquidos donde nada permanece y sólo se valora la satisfacción inmediata de deseos materiales, ha hecho que perdamos el respeto por los que nos precedieron. Y precisamente España, que ha sido pionera en muchos aspectos y un gran referente para otras potencias en épocas pasadas, parece estar avergonzada de quienes la forjaron. No es fácil encontrar instituciones que quieran contribuir a sacudirnos de encima esa leyenda negra de la que se nos acusa por parte de potencias extranjeras y cierto sector de la sociedad. Es como si nos gustara fustigarnos y tuviéramos que pedir perdón por hechos que habiendo sido pioneros y admirables en su tiempo, hoy parecemos querer olvidar como si fueran un pesado lastre que nos maldice. Y particularmente me niego a caer en esa dinámica de falsedades y reinterpretación histórica, por eso me esfuerzo en buscar apoyos para proyectos que nos hagan recordar que somos un gran pueblo y tenemos la responsabilidad de gestionar la maravillosa herencia que hemos recibido. No es fácil encontrar instituciones a las que involucrar en este tipo de proyectos, tienes que apelar a las emociones y a argumentos espirituales porque con la razón no consigues afectos hacia el arte ni hacia proyectos que ensalcen el recorrido místico de un pueblo. ¿Lo estamos poniendo en valor?. Si, pero gracias a la voluntad de unos pocos frente al materialismo imperante.


P: Nuestros lectores querrán saber que nuevas obras podremos disfrutar en los próximos años, y en que proyectos (que se puedan contar) estás trabajando actualmente.

Acabo de terminar un monumento para el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro. Ha sido un reto para mí ya que habitualmente trabajo con personajes definidos, con una personalidad y unos rasgos conocidos, que al asimilarlos me facilitan el trabajo a la hora de conectar con la escultura. En esta ocasión el personaje era genérico pero tenía un encanto especial, y es que debía representar a esos chavales que entraban en el Colegio de Guardias con 12 o incluso con 8 años, niños, al fin y al cabo, que van creciendo con el aprendizaje. Interpretar ese paso de la infancia a la madurez ha sido la clave. Ahora estoy con cosas pequeñas que tenía pendientes, reproducciones y esculturas seriadas, mientras termino de firmar un par de contratos que efectivamente no se pueden decir aún, pero lo que si puedo confesar es mi deseo de poder realizar, algún día, un gran monumento a Churruca y a toda aquella generación de marinos que perdió la vida gloriosamente en Trafalgar, o un Hernán Cortés a caballo equiparable en tamaño y porte al Pizarro existente en Trujillo, o a alguno de los héroes que se enfrentaron al francés en la mal llamada Guerra de Independencia, o al General Vara del Rey, o a los hombres que perdieron su vida en las Campañas de Marruecos dando su última gota de sangre por sus compañeros… Son tantos los episodios históricos que estamos obligados a conocer que ni en cien vidas se podría abarcar un trabajo tan grande. De momento me conformo con que cada nuevo monumento sirva para despertar en las nuevas generaciones un sentimiento de curiosidad que les empuje a estudiar la historia que les precede y que inculque en ellos unos valores y sentimientos que deben recuperarse.



Revista Primavera Nº 1 - Febrero 2020

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